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26 octubre 2010

DE NUEVO MAMÁ.

Tengo la suerte de haberme reencontrado de nuevo con la maternidad y es tan complicado expresar lo que siento, pero lo voy a intentar.


Empezaré por reconocer que estoy pasando uno de los mejores momentos de mi vida, nunca me había sentido tan bien, así que voy a disfrutarlo mucho a la salud de los malos tiempos que arañaron parte de mí. Nunca pensé que mi vida fuera lo que está siendo y los más cercanos a mi sabéis de lo que hablo.


El dos de octubre nació Martina, dos años y nueve meses después del nacimiento de Jimena. Soy madre por segunda vez y es cierto que mi vida ha cambiado y cada cambio requiere un recorrido hasta que te adaptas pero no puedo ser más feliz. También es cierto que no hay fórmulas, ni reglas para la maternidad, el tiempo pasa tan rápido que apenas puedes parar a reflexionar, todo nace desde cero y eso da vértigo, pero lo mejor es aplicar el corazón y disfrutarlo.



Esa mañana me levanté sabiendo que todo volvía a cambiar, es la ventaja de las cesáreas programadas, que ya no esperas el momento de romper aguas para salir escopeteada al hospital. Al contrario de lo que podéis imaginar, esa mañana no estaba nerviosa sino impaciente por que llegara el instante de verle la cara a Martina. Y llegó. Nueve meses después de no estar sola ni un instante, nació y… el centro del universo mudó de aires y se encontraba en otra parte. Ya lo sentí con Jimena pero esta vez el cambio ha sido mayor.



Ahora disfruto más de la vida. Tener dos niñas me está cambiando. Mis ambiciones y mis objetivos ya no son los mismos. Con 20 años lo que deseaba era no parar de trabajar y demostrarme lo que podía hacer. Cada colección que preparaba era como un viaje largo a un paraíso mágico lleno de colores, tejidos, patrones… Ahora mi ambición es ser una buena madre y si fuera de familia numerosa mejor, seguir trabajando en lo que me gusta, pero sin agobiarme y disfrutar de mi tiempo junto a mis dos tesoros.



Hallar el equilibrio entre la maternidad y una carrera profesional supone un reto para cualquier mujer y muy duro para la mayoría. En mi caso, hace tiempo decidí dar preferencia a la maternidad por que mi vida cambió en todo una vez tuve a Jimena. Me llenó tanto de paz que no pude escoger otro camino para ser feliz, y sé que es todo un privilegio.




01 octubre 2010

ADMIRACIÓN POR LOS COOPERANTES.

Hoy voy a dar un salto en el tiempo.

Seguramente alguna vez hemos escuchado decir que con la llegada de la vejez, las personas comienzan a sentir la necesidad de hacer lo que han dejado pendiente en otras etapas de la vida. No es que yo haya entrado en la 3ª edad, aún me queda lejos, pero sí me vuelve a tirar del corazón, lo que me fascinaba a los 14 ó 15 años, no lo recuerdo bien.


Os cuento. Lo que ahora llaman “cooperantes” en mi edad joven eran “misioneros” o “seglares”. A mi me impactaba ver la vida de muchas personas del tercer mundo y entendía que se debía a la mayor o menor suerte, dependiendo de dónde naciera uno. Era muy joven pero con mucho sentimiento comprometido. Recuerdo una reunión en el instituto de Ayuda en Acción, que organizó mi profesor de Historia, Honorato y aquello aún me hizo sentir más profundamente la necesidad de ayudar a los demás.

Pero claro, el problema siempre era el mismo. ¿Cómo iban mis padres y abuelos a entender ese modo de vida? Y más si tenemos en cuenta la edad que yo tenía. Pues eso, que no encontré ningún apoyo, y me hacía sentirme mal. Solo hubo una persona, y seguramente él no lo recuerde, que con su argumento me hizo entender algo importante. Él es Ernesto, mi primo gallego. Cuando, no sé cómo, le dije que me gustaría dedicar tiempo a otras personas, él me hizo una sola pregunta… ¿y cómo piensas hacerlo?. Yo era todo empeño, disponibilidad y corazón, y no pensé en eso. Según él, si no era médico, enfermera, maestra, o monja… mi sentido allí era inútil. Y claro, mi devoción no era ser ninguna de esas cosas. Así que igual tenía razón. Dejé la idea aplazada, que no enterrada.

Cuando pasaron unos cuantos años, mi amiga Raquel, me dijo que iba a pasar el verano a Nicaragua (creo) para colaborar. Casi me da un síncope, eso era lo que yo quería, no paraba de hacerle preguntas, y cuando conté la historia en casa, de nuevo, nadie me apoyó ni animó, así que se quedó aplazado una vez más. Raquel sigue dedicando alguno de sus veranos a cooperar y a mi me fascina. Ella es trabajadora social y una gran persona, hoy en día trabaja para Cruz Roja.


Ahora, después de muchos años, de madurar, y ser otra persona, independiente, decidida, valiente y sin necesidad de aprobaciones, cada vez que el telediario habla de cooperantes, mi corazón siente algo. Tampoco ahora es el momento, tengo una niña de dos años y medio, y estoy embarazada de otra, mi pareja… pero tengo la esperanza de que algún día pueda hacerlo. Quien sabe, quizás una de mis niñas quiera dedicar parte de su tiempo a otras personas en otro país lejano y pueda acompañarlas y cumplir uno de mis sueños.

A lo máximo que he llegado es a colaborar con la Casa de Caridad de Valencia, a la que acudí por una subasta de reproducciones de cuadros de Sorolla de la película “Cartas de Sorolla” y salí con un papelito para rellenar y colaborar. Y también con Médicos Sin Fronteras, los que creo que hacen un gran trabajo y a los que envidio por su vocación. Estos últimos son lo que me han animado a escribir sobre esto por que, al contrario de lo que yo pensaba, es bueno contar que colaboras por que así mueves a otras personas.

Lo que me movió a mí para colaborar con la MSF fue la desnutrición infantil. Cada vez que veo una foto de esos niños el corazón se retuerce, siempre me ocurre.

Hago lo que puedo pero me gustaría hacer mucho más. Aunque he encontrado la manera de sentirme mejor, sé que colaborar en la distancia no es lo mismo que hacerlo “in situ” pero es otro modo de hacerlo, y dicen que toda piedra hace pared ¿no?

No os voy a pedir que vosotros colaboréis (aunque desgrava en hacienda ;-) pero espero que al menos os lo planteéis. Os dejo el enlace.