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01 octubre 2010

ADMIRACIÓN POR LOS COOPERANTES.

Hoy voy a dar un salto en el tiempo.

Seguramente alguna vez hemos escuchado decir que con la llegada de la vejez, las personas comienzan a sentir la necesidad de hacer lo que han dejado pendiente en otras etapas de la vida. No es que yo haya entrado en la 3ª edad, aún me queda lejos, pero sí me vuelve a tirar del corazón, lo que me fascinaba a los 14 ó 15 años, no lo recuerdo bien.


Os cuento. Lo que ahora llaman “cooperantes” en mi edad joven eran “misioneros” o “seglares”. A mi me impactaba ver la vida de muchas personas del tercer mundo y entendía que se debía a la mayor o menor suerte, dependiendo de dónde naciera uno. Era muy joven pero con mucho sentimiento comprometido. Recuerdo una reunión en el instituto de Ayuda en Acción, que organizó mi profesor de Historia, Honorato y aquello aún me hizo sentir más profundamente la necesidad de ayudar a los demás.

Pero claro, el problema siempre era el mismo. ¿Cómo iban mis padres y abuelos a entender ese modo de vida? Y más si tenemos en cuenta la edad que yo tenía. Pues eso, que no encontré ningún apoyo, y me hacía sentirme mal. Solo hubo una persona, y seguramente él no lo recuerde, que con su argumento me hizo entender algo importante. Él es Ernesto, mi primo gallego. Cuando, no sé cómo, le dije que me gustaría dedicar tiempo a otras personas, él me hizo una sola pregunta… ¿y cómo piensas hacerlo?. Yo era todo empeño, disponibilidad y corazón, y no pensé en eso. Según él, si no era médico, enfermera, maestra, o monja… mi sentido allí era inútil. Y claro, mi devoción no era ser ninguna de esas cosas. Así que igual tenía razón. Dejé la idea aplazada, que no enterrada.

Cuando pasaron unos cuantos años, mi amiga Raquel, me dijo que iba a pasar el verano a Nicaragua (creo) para colaborar. Casi me da un síncope, eso era lo que yo quería, no paraba de hacerle preguntas, y cuando conté la historia en casa, de nuevo, nadie me apoyó ni animó, así que se quedó aplazado una vez más. Raquel sigue dedicando alguno de sus veranos a cooperar y a mi me fascina. Ella es trabajadora social y una gran persona, hoy en día trabaja para Cruz Roja.


Ahora, después de muchos años, de madurar, y ser otra persona, independiente, decidida, valiente y sin necesidad de aprobaciones, cada vez que el telediario habla de cooperantes, mi corazón siente algo. Tampoco ahora es el momento, tengo una niña de dos años y medio, y estoy embarazada de otra, mi pareja… pero tengo la esperanza de que algún día pueda hacerlo. Quien sabe, quizás una de mis niñas quiera dedicar parte de su tiempo a otras personas en otro país lejano y pueda acompañarlas y cumplir uno de mis sueños.

A lo máximo que he llegado es a colaborar con la Casa de Caridad de Valencia, a la que acudí por una subasta de reproducciones de cuadros de Sorolla de la película “Cartas de Sorolla” y salí con un papelito para rellenar y colaborar. Y también con Médicos Sin Fronteras, los que creo que hacen un gran trabajo y a los que envidio por su vocación. Estos últimos son lo que me han animado a escribir sobre esto por que, al contrario de lo que yo pensaba, es bueno contar que colaboras por que así mueves a otras personas.

Lo que me movió a mí para colaborar con la MSF fue la desnutrición infantil. Cada vez que veo una foto de esos niños el corazón se retuerce, siempre me ocurre.

Hago lo que puedo pero me gustaría hacer mucho más. Aunque he encontrado la manera de sentirme mejor, sé que colaborar en la distancia no es lo mismo que hacerlo “in situ” pero es otro modo de hacerlo, y dicen que toda piedra hace pared ¿no?

No os voy a pedir que vosotros colaboréis (aunque desgrava en hacienda ;-) pero espero que al menos os lo planteéis. Os dejo el enlace.

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